28/1/17 – Publicado en El Día – Stella Maris Rivadero
Por ANA LAURA ESPERANÇA
Ni la bruja de Blancanieves ni las hermanastras de Cenicienta. Es que si la madre separada actual tiene etiqueta de verdugo, qué peligro. ¿Estaríamos más frente a un prejuicio que ante una verdad pura? ¿Qué tan real es esta situación que parece mostrar una sola cara de la moneda?, ¿qué pasa con los papás?
Más allá de cambios culturales en la asignación de roles y tareas para padres y madres separados –más equitativa – suele ser la mujer quien carga con mayor responsabilidad en la ingeniería cotidiana: médicos, escuela, ropa, dietas, transporte, restricción de tv y celular. Como contraparte, es frecuente que los papás den luz verde a la parte aventurera de ser hijo: regalos o salidas que diluyen la rutina infantil y se viven como apéndice de las vacaciones. En resumen, el día que toca con papá es momento de la relajación de las reglas maternas.
Paola Markin (40) psicóloga y mamá de un varón de catorce años, dice que la madre pasa a ser la mala de la película porque el hijo (en general) se queda viviendo con ella tras la separación, mientras que el padre se convierte en una visita para compartir un rato en la semana. “Para ellos se reduce a cuota económica y visitas”, opina.
LA VILLANA Y EL SÚPER HÉROE
“Decirle que no a una salida porque tiene que estudiar, cortarle el celular, son cosas difíciles de sostener”, dice Paola con un hijo adolescente, “situaciones de límite que le tocan a quien convive con el hijo y ahí terminás siendo la mala; por más que a futuro entienda que era necesario para ayudarlo a crecer”.
Por su experiencia, Paola cree que los desbalances se van equiparando, pero para lograrlo se requiere diálogo. “Me pasó de ser la mala de la película hasta que lo comprendí y le hice ver a mi hijo que conmigo también podía tener salidas y distracción”. Ella piensa que lo cultural influye pero puede operar de maneras diversas; al punto de que los hombres, muchas veces, pasan a ser víctimas de la situación más que las mujeres, aunque son minoría aún.
“La asimetría entre padres divorciados la veo en que la mujer queda a cargo del universo infantil mientras el hombre prácticamente vuelve a ser soltero”, define Natalia; “algo del orden de lo cultural responde a una perspectiva patriarcal que termina siendo limitante para la mujer”
“Sos mujer, tenés hijos y oficiás de cabeza de familia”, suelta Natalia Zanetto (39), mamá de dos varones de diez y cinco años y una nena de doce. “No es tarea sencilla coordinar esta batuta”, dice en referencia a ocuparse de una casa, cuidar hijos, sostener un trabajo independiente (es productora y prensa de artistas), y a su vez no descuidar su desarrollo personal ni sus relaciones. Para ella, el día a día se sostiene con humor y capacidad de adaptación.
“La asimetría entre padres divorciados la veo en que la mujer queda a cargo del universo infantil mientras el hombre prácticamente vuelve a ser soltero”, define Natalia; “algo del orden de lo cultural responde a una perspectiva patriarcal que termina siendo limitante para la mujer”.
PUNTO LÍMITE
El hecho de que sea la madre quien suele arrogarse las tareas cotidianas de los hijos puede tener distintos alcances. No siempre los que tienen mejor prensa. Laura (35), vestuarista y mamá de dos nenas, cumple horario de comercio y trabaja por su cuenta. Ella querría más salidas y diversión con sus hijas pero se siente colapsada por falta de tiempo y plata. El padre las pasea y viaja con ellas, simplemente “porque está más organizado laboral y económicamente con su profesión”, dice, con cierto pesar.
“Cuando estábamos juntos él estaba todo el día afuera, creciendo en lo suyo. Yo cuidando a nuestras hijas en casa”, comenta. Era cuando su marido volvía que encontraba espacio de tiempo personal. Tiempo que recuperó al separarse, solo que ahora está limitada por razones económicas y laborales, y eso afecta su posibilidad de esparcimiento con las nenas. “Es un tema económico: su papá gana más y las lleva de viaje. Yo voy y vengo sin auto, complicada”, cuenta esta madre que pasa con sus hijas cuatro días y medio a la semana, en tanto que su exmarido lo hace dos y medio. Laura asegura que participar menos del divertimento, para ella tiene una causa más práctica que cultural.
El caso de Natalia es distinto porque el padre de sus hijos es extranjero y no vive en el país. Ella se encarga de la operatividad y de la parte linda también. “Para Navidad, mi ex quiso regalarles un perro. Me iba a mandar el dinero desde el exterior. Mi negativa fue rotunda; era sumarme más trabajo a mí, con el cuidado del perro”, cuenta. Con sus hijos, dice, tiene una relación estupenda y comprendieron perfectamente que se negara.
DESARMAR UN IMAGINARIO
“Si bien suele verse al padre como quien acompaña en lo lindo, y a la madre como la “mala de la película”, desde el psicoanálisis analizamos caso por caso”, sostiene la psicoanalista Stella Maris Rivadero, docente de la Institución Fernando Ulloa. Y explica que hay que interrogar y leer cómo ese imaginario es jugado, interpretado y actuado por cada uno, individualmente.
Además, Rivadero detalla que la labor del analista es descoagular los imaginarios colectivos para dar lugar a la singularidad y ver cómo se inscriben esos rasgos en la historia de cada quien.
“Es común que plantear que los padres sólo ocupan la función de divertirlos sea una manera de degradar su función; así como también es común en las mujeres arrogarse una posición sacrificial o de autosuficiencia detrás de la queja”, explica. Y agrega que para los varones este imaginario puede ser usado como excusa de que como la madre está más tiempo con los chicos, él no va a ponerles un límite cuando está con ellos, con la fantasía de que al hacerlo no van a querer verlo . “Son respuestas falsas para no hacerse cargo de la función, por dificultades personales o para seguir sosteniendo un pacto previo”, sostiene Rivadero, y remata: “elucubraciones que esconden cuestiones más complejas de las cuales cuesta hacerse cargo”.
La madre terapeuta –además- explica que la consulta aliviana y esclarece el detrás de escena de esa toma de partido planteada como universal, cuando en realidad y en el caso-por-caso, dicha divisoria de roles preexistía a la ruptura de la pareja, pero no era advertida en la convivencia. “Cuando existe la posibilidad y la flexibilidad ambos progenitores cumplen la función de acompañar el divertimento y también hacer cumplir los límites”, concluye.
¿NO TAN DISTINTOS?
Laura, la vestuarista, cree que muchas veces se subestima a los hombres previendo que no podrán resolver cosas con los hijos en su ausencia, y eso no coopera para equiparar responsabilidades compartidas; por el contrario, establece un código de relación que después naturaliza que deba estar la madre presente para determinadas cosas. “Hace poco a mi hija mayor hubo que llevarla al médico y justo estaba con él. Me llamó para ver si podía ir yo, por ponerte un ejemplo”, cuenta Laura. Y aclara que nada le importa más que la salud de sus hijas, pero lo vio como consecuencia directa de un desbalance activo en la relación.
La psicoanalista Stella Maris Rivadero argumenta que la separación manifiesta dificultades, inhibiciones o síntomas en ejercer la función materna y paterna en cada progenitor. “Si uno de los dos se corre de ese lugar fijo, necesariamente repercutirá en la otra posición, que comenzará a tambalear”, sostiene. “Por eso es necesario que ambos puedan preguntarse cuáles son las ventajas y desventajas de sostener esos roles fijos. Si en cada uno de los padres se coagulan esos estereotipos, hay alguna conveniencia subjetiva que lo sostiene, lo sepan o no”, concluye la psicoanalista.
Laura, que hoy está sin sus hijas y se abocó a pintar su casa del barrio La Loma, dice que a veces no se da espacio al hombre para delegarle determinadas tareas por creer que no sabrá desempeñarse. “Quizá sea una cuestión de posesión de una hacia los hijos”, reflexiona. Y asegura que sus hijas tienen un padre bueno y presente, pero choca con ella porque él tiene personalidad fuerte, y es ella, entonces, quien siempre termina cediendo.
VISIÓN PATERNA
Sin embargo, desde la óptica de los papás las cosas no siempre varían tanto. Gonzalo (37) tiene una hija de siete años; se separó de la madre cuando la nena tenía uno. “Está conmigo tres días y con la madre el resto”, dice. “Cuando estoy con ella me encargo de todo. Inclusive, si hay que llevarla al médico, generalmente lo hago yo que tengo auto, aunque no le toque conmigo”, cuenta este músico que vive en Gonnet y trabaja de forma independiente. Para él las tareas con su exmujer son parejas, y observa que la diferencia entre madres y padres, al menos en su mundo cercano, radica en que las mujeres tienen menos firmeza. “Si mi hija llora, la abuela, la madre o las tías no sostienen el no”, cuenta.
“Es común que plantear que los padres sólo ocupan la función de divertirlos sea una manera de degradar su función; así como también es común en las mujeres arrogarse una posición sacrificial o de autosuficiencia detrás de la queja”
Hay más. Hernán (47) es administrativo en un hospital y vive en Tolosa. Se separó de la madre de sus dos hijos mayores hace diez años. Su hijo pre adolescente decidió vivir con él, mientras que su hija de quince vive con la mamá y tiene un régimen de visita. Hernán asegura que dicho régimen no es tal porque la nena va a su casa -donde él vive también con su nueva mujer y el bebé que tuvieron juntos- cuando lo desea. “Tuve problemas con mi primera esposa. Como respuesta a que mi hijo decidiera vivir conmigo, me exigió el régimen de visita con la nena”, dice.
Hernán pasó mil diatribas luego de la separación: tuvo que irse precipitadamente de la casa familiar, lo cual le causó no pocos perjuicios económicos, para empezar. Por otro lado, el entendimiento con su exesposa siempre fue precario, lo que hizo cuesta arriba sobrellevar una separación traumática en la que sus hijos quedaron como botín de guerra.
“Quedé prácticamente en banca rota; mis viejos siempre me ayudaron”, cuenta él, que percibe descuento por alimentos de los dos chicos aunque hace tiempo que el menor vive con él. “No tuve suerte con la justicia: he ido al juzgado pero siguen descontándome, aunque mi hijo viva conmigo”, cuenta. Y destaca que con su actual mujer lograron salir adelante: “ella me ayudó a que esta casa sea un espacio donde mis hijos estén cómodos”.
AGUA BAJO EL PUENTE
“Gracias por reconocer la capacidad de continuar mi carrera de cara a un sexismo descarado”, dijo Madonna días pasados al recibir el premio Woman of the year recientemente. Y dijo, también, que una mujer no tiene los mismos derechos que un hombre. “David Bowie personificaba al espíritu masculino y femenino que me cabía perfectamente; me hizo entender que no hay reglas. Pero entendí mal, no hay reglas si sos varón. Sí las hay si sos mujer”, declaró. Su discurso reavivó la discusión por la igualdad de derechos en las redes.
¿Qué tanto afecta la cuestión de género en la responsabilidad parental y el modo de restituir sus vidas madres y padres luego de una separación?
Gonzalo cree que más allá de su caso particular, algunas costumbres reafirman un mandato patriarcal. “Lo veo en la diferencia entre educar nenas o varones: si es varón que maneje el auto, si es nena la muñeca. Ahí ya puede instalarse algo de machismo. Por otro lado, si un padre es machista, el nene lo va a incorporar”, concluye.
Natalia Zanetto, la productora, cree que vivimos en una sociedad llena de prejuicios e ideas morales y culturales patriarcales que a uno le inyectan de chico. “Si a uno le falta habilidad suficiente para ver eso, puede ser un ancla que te lleve al fondo del mar”, asegura. “Cuando te separás no sólo cargás con todo, o casi todo, si no que de alguna manera quedás fuera de juego como mujer”, dispara. Para ella el rótulo de madre no es compatible con el de mujer.
BLANCO SOBRE NEGRO
Paola Markin, la psicóloga, también cree que los hombres separados tienen más libertad para reiniciar su vida y la mujer suele quedar sobrecargada y condicionada, aunque insiste en que hay excepciones donde el padre asume ese rol. Y es que las cosas parecen no ser fáciles para nadie, en estos casos. Después de separase en malos términos, Hernán tuvo dificultades para rehacer pareja: “mis hijos son maravillosos. Pero me ha pasado que para los otros podían ser una mochila”, dice él, que vivió unos cuantos desencuentros hasta conocer a su actual mujer.
Quizá la clave, más allá de estereotipos como “la bruja” o “el súper héroe”, cuyo peligro es opacar una comprensión de fondo, sea ver los claroscuros. Porque ahí la realidad se muestra como es: compleja, vital, menos clasificable. Un lugar donde la única constante parece ser una responsabilidad desigual, sean madres o padres quienes la carguen.