Por Anahí Acosta
La siguiente viñeta clínica expondrá el caso de L, una adolescente de 15 años. La madre es quien pide la entrevista de admisión debido a la reciente separación de ella y su marido, padre de L, y la mala relación de L con él. El padre es poco atento, no se compromete con la familia, es frío, distante y solo cumple el rol de aportar dinero cuando se lo piden. L no quiere verlo, solo lo llama cuando necesita plata y ahí accede a ir a su casa. No comparten los mismos intereses, se aburre con él. A lo largo de las sesiones L se presenta extremadamente tímida y tiene dificultades para expresarse, respondiendo con monosílabos y mostrando reticencia a la hora de profundizar en sus emociones. Trabajamos con sus intereses por la música, las series que mira y los libros que lee. Escucha a Taylor Swift y 5 Seconds of Summer. Las canciones que más le atraen hablan sobre amor romántico y las rupturas amorosas. También tiene interés por novelas en donde los protagonistas tienen fuertes discusiones o peleas con sus padres. Utiliza el arte como medio para sublimar sus propias emociones, como una salida a sus sentimientos y pensamientos de forma constructiva y segura. En una entrevista muy angustiada cuenta que se cortaba las muñecas desde 2019, con el filo de un sacapuntas o con un cuchillo. Lo hacía cuando estaba triste y esto le producía alivio. La presencia de las cicatrices en la piel era muy importante, cuando comenzaban a disiparse, se volvía a cortar. Tienen que estar ahí, aunque sólo ella podía verlas.
A través del análisis de esta viñeta clínica, se pretende comprender y analizar las conductas autolesivas en los adolescentes. Por tal motivo, primero debemos mencionar que los casos en los cuales los adolescentes se autolesionan no son cuadros clínicos homogéneos, sino que, en cada caso, los cortes adquieren una significación y cumplen con diferentes funciones psíquicas.
En este caso, el corte se presenta como un alivio. Se trata de una paciente neurótica, en donde luego de una situación en la cual ha sido desalojada por el otro, se angustia y utiliza los cortes en la piel como un momentáneo alivio. Son cortes superficiales, siempre realizados en soledad y que mantiene en secreto. Es decir, que no se ofrecen a la mirada del otro. Acá el papel del dolor y la sangre no adquieren un rol importante. Se dan por la imposibilidad de soportar o tramitar un dolor provocado por el exterior, en donde se encuentra a través del corte un dolor más manejable.
En la familia de L, hay una forma particular de tramitar la angustia. Esta no se pone en palabras, se oculta, se calla, se inhibe. A lo largo de las sesiones, ha manifestado dificultades para poner en palabras los sentimientos abrumadores o las situaciones difíciles que experimenta.
Aparece también la incongruencia afectiva en su discurso, desplazando el afecto y habiendo una desconexión entre las vivencias y las formas de comunicarlas. Es aquí donde aparecen los cortes en la piel, la separación entre el mundo interno y el mundo externo, la interacción entre los dos mundos y la discriminación entre el adentro y el afuera. Lo que ocurre primero es que hay una situación que opera como desencadenante de los cortes.
Estas situaciones se dan cuando el sujeto es rechazado bruscamente o simplemente es indiferente para el otro (Bower, 2017). La frialdad del padre, la falta de la palabra frente a la angustia y la indiferencia frente al dolor la dejan a L en un lugar residual, queda desalojada por el otro y es arrojada a la dimensión de objeto a como resto, que hace obstáculo a la dialéctica y a la lógica del significante. El sujeto queda destituido de su posición de sujeto, hay un desalojo del sujeto respecto al otro. Esto se puede observar en la relación que tiene L con su padre. Él no pudo alojarla en ningún momento. Nunca hubo una relación afectiva entre ellos, él solo ocupaba el lugar de proveedor de dinero.
“Encontramos, en todos los casos en el seno de la constitución de estos sujetos, experiencias de repudio, abandono, descuido e indiferencia de los padres. Ahora bien, este rechazo hacia el sujeto por el Otro que lo reconduce a la condición de objeto-desecho y, con ello, la identificación del sujeto con el a al que se reduce, es decir, la precipitación del sujeto como tal, no son condiciones que resulten ajenas en la clínica. Sin más, constituyen las coordenadas de desencadenamiento del pasaje al acto. Sin embargo, hallamos que estos sujetos no responden con un pasaje al acto.
La particularidad de estos casos de autoincisión reside en que los sujetos no responden poniendo en acto su precipitación de la escena, sino que, al contrario, buscan recuperarse” (Dartiguelongue, 2014). Cuando L habla sobre sus cortes expresa el deseo de poder dejar de hacerlo, de poder trabajar y sanar. Los cortes quedan del lado del acting out, como un modo en que se presenta la angustia, una angustia que aparece ante la falta de la falta. Se presenta cuando se conmueven las identificaciones al deseo del Otro. Si ese lugar que tengo en el deseo del Otro por alguna razón tambalea y me quedo sin saber qué lugar ocupo, aparece el acting out. Es un mensaje cifrado hacia el Otro, simbólico, aun cuando el sujeto no las comprenda.
Aparece el enigma del deseo del otro, ¿qué quiere el Otro de mí? Si no hay identificación aparece la falta que trae consigo la angustia.
La pregunta que aparece en este caso es: ¿qué lugar ocupa L para su padre? Es importante diferenciar, entonces, el acting out, el mecanismo de presentación de la angustia que utiliza L, del pasaje al acto.
En el caso de L, cortarse las muñecas, realizar un corte superficial en la piel, es intentar anudar lo simbólico y lo real sobre el cuerpo imaginario. Encontramos que la función psíquica en esta intervención en el cuerpo es restituir la condición subjetiva y la detención de la angustia. Estos cortes pertenecen al orden de lo significante, de diferenciarse del Otro, de diferenciar lo real. Esta operación resulta eficaz pero sólo momentáneamente, por eso es por lo que vuelven a surgir una y otra vez las lesiones en las muñecas. Las marcas representan en el sujeto un significante primordial, ese rasgo unario, ese goce en el propio cuerpo que constituyen la marca del ideal del yo, la marca que permite que el sujeto esté en su propia historia, su relación con el deseo y la relación simbólica con el Otro. El cuerpo desde el comienzo está signado por el otro y subsiste a consecuencia del Otro. Es por esto, que este corte permite la instancia simbólica, el anclaje simbólico. El corte es un intento de apaciguar al afecto usando la acción, anclado en lo somático.
A diferencia de los cortes, el espacio terapéutico le brinda un tratamiento de direccionalidad de la palabra y de lazo con el otro a través de la transferencia. Este acto, esa repetición, ese intento de recuerdo de enlazarse en la palabra, se da gracias al espacio analítico. Se abren dos cuerdas: una desde lo simbólico y otra desde la escena imaginaria, trabajando con las canciones y los artistas.
En el caso de L, como en el de muchos adolescentes, los cortes se interpretan como un modo de comunicación simbólica con el otro, una manera de transmitir el sufrimiento cuando las palabras no pueden expresarlo adecuadamente.
Los cortes representan un intento por recuperar la sensación de identidad y pertenencia en medio de una familia fragmentada y desestructurada.