La angustia II “Una gran oportunidad”
La angustia es una condición humana que no es compartida por otro ser vivo.
A diferencia de cualquier otro sentimiento displacentero, como lo es la tristeza y el desánimo, diremos que la angustia es la manifestación de un estado de malestar significativo, que puede aparecer súbitamente y que no se corresponde con un peligro real y determinado.
La angustia se siente en el cuerpo propio como sensación de ahogo, inquietud, con aceleración del ritmo cardíaco, y en ocasiones, con mareos y/o vértigo.
Sí, así sin duda lo podemos corroborar, la angustia se siente en el cuerpo, más que nada en la zona del pecho, y junto a la taquicardia recién mencionada, provoca opresión y dificultad respiratoria. De hecho, las palabras “angustia” y “angosto” provienen del latín angustus, que quiere decir estrecho.
Ahora bien la angustia que se registra a nivel del cuerpo, tiene su origen, como al inicio lo señalábamos, en el psiquismo; por este motivo, decimos que es un afecto distintivo del ser humano.
Aquello que la clínica psicoanalítica descubre es que será, a partir de la escucha del psicoterapeuta, y del pedido que este le formula al paciente (de que le comunique libremente lo que se le vaya ocurriendo, sin censura alguna), que el sujeto podrá decir de su angustia.
Recién cuando pueda hablar, sólo después, no antes, sabremos algo del verdadero motivo de la angustia, que se presentó sin permiso, en forma imprevista y repentina.
Asimismo, y en directa relación, observamos que cuando el sujeto empieza a hablar, es decir, a ligar el afecto con la representación-palabra, la angustia aminora, baja.
La palabra, descubre Freud, produce un corte con la sensación subjetiva de “ese ahogo sin límite”, que produce la angustia.
Afirmamos, así lo comprueba la clínica, que la angustia constituye, a pesar de ser displacentera, una oportunidad para el sujeto, en tanto le anuncia, llama su atención, para que él o ella se dé cuenta de que está atravesando, interiormente hablando, un tiempo que le reclama un movimiento subjetivo, que implica hacer un corte.
Un corte para avanzar en algo en lo que el sujeto se encuentra detenido en relación a su deseo, y/o para decir “no”, a un hecho o circunstancia que repite a modo de infelicidad y malestar en su vida.
Ahora bien, si la angustia se presenta, así de profunda, estrechando el pecho, es porque el sujeto está bajo una oportunidad y, sin embargo, le cuesta dar ese paso hacia su bien-estar subjetivo.
Por este motivo es bienvenida la ayuda psicoterapéutica, que aloja al sujeto y a la angustia.
El recorrido de la psicoterapia analítica le permitirá al sujeto, vínculo terapéutico mediante, anoticiarse de qué se trata, en principio, la encrucijada en la que se encuentra y que es aquella que causa su angustia.
Por otro lado, le posibilitará, una vez que descubra y sitúe donde se halla ese brete subjetivo, ponerse en acción para avanzar hacia su deseo, o ponerle un stop, un “no va más”, a una situación vital, repetitiva y martirizante.
La angustia, entonces, lo confronta al sujeto a lo que denominaría “una gran oportunidad”, que no tendría que ser desaprovechada.
Por este motivo, la angustia es para el psicoanálisis una aliada del sujeto, que le avisa y le señala adónde tiene enredados los pies, al tiempo que lo desafía a encontrar una salida, siempre a favor de la vida.
Autora: Miriam Mazover
Psicoanalista. Fundadora y Directora Académica de la Institución Fernando Ulloa. Más de 34 años de reconocida trayectoria en el psicoanálisis comunitario. Es autora de numerosos artículos sobre psicoanálisis publicados en revistas especializadas y medios de comunicación. Junto a la Editorial Letra Viva promovió como Directora de Colección la escritura y la confección de múltiples libros. Fue postulada por el Ministerio de Salud de la Nación, en el año 2006, al Premio Nacional “Mujeres Destacadas de la Salud”.