Juego patológico
El juego patológico se presenta, en un principio, como algo que proporciona placer. Pero poco a poco comienza a amenazar espacios y vínculos de la habitualidad del sujeto. Se busca constantemente experimentar la sensación de éxito, de sentir el placer del triunfo, que lo aleja de la realidad. Se incrementan las horas de juego y lo que era un pasatiempo se convierte en necesidad para el sujeto.
El juego es considerado una diversión cuando hay control y placer; cuando implica sufrimiento y descontrol, se considera dañino.
¿Cómo detectar la adicción al juego?
Para jugar se necesita tiempo. Tiempo que deberá justificar en su entorno, su familia, su trabajo. Se dejarán cuestiones de su vida habitual, cuidado personal o de la casa, labores compartidos, etc.
Empieza a notarse que el movimiento del dinero es diferente. Se descuidan áreas vitales como el pago de alquileres y facturas importantes, mientras comienza el pedido de préstamos a familiares y amigos. El jugador suele apostar mucho para poder ganar. Así, se lo puede ver con grandes sumas de dinero que desaparecen rápidamente.
El jugador varía entre momentos de euforia donde realiza compras, viajes y salidas, consume el dinero ganado; y depresión, cuando pierde o se ve acorralado por las deudas. Se aísla, está de mal humor, más irritable.
Admitir el problema
Es muy difícil que el jugador confiese su problema, porque no lo ve como tal. Cree que puede solucionarlo por sus propios medios. Solo lo admitirá ante un familiar o cónyuge cuando ya no tenga escapatoria ni camino posible.
Por eso, hay que darle importancia a las sospechas. La consulta puede llegar desde familiares amigos que observan estos puntos que hacen ruido.
El jugador compulsivo juega siempre hacia un futuro, que añora pero que jamás conocerá. Si perdió, juega para recuperar; si ganó, para seguir ganando. Piensa un futuro de fortuna (inalcanzable) y se aísla, no comparte con otros su supuesto placer. Muchas veces, la mentira acompaña gran parte de su vida.
Frenar la bola
En el diccionario azar es: “casualidad, desgracia imprevista”. Entonces, ¿qué es la adicción al juego?, ¿la adicción a lo imprevisto, a la desgracia? ¿Qué lleva al jugador a quedar en manos del azar, donde nada se sabe, pero que se busca constantemente?
En el jugador adicto no hay palabras (A-dicto = sin palabras). Se actúa, en vez de pensar. Allí donde el tormento por la vida, la angustia o la insatisfacción se hacen presentes, el ambiente del juego opera mágicamente. Éste bloquea el pensamiento. Impone la circularidad de la ruleta, el ruido de rodillos que giran, el golpe de monedas que caen. Patología de un vacío ensordecedor que muchas veces necesita del corte psicoanalítico para frenar la bola.
Es el psicoanalista quien podrá generar cortes, diferencias, creación de nuevos nombres y espacios. Situaciones que pongan en cuestión lo inamovible del jugador y lo sagrado del juego, para ubicarlo fuera del mundo intenso al que está acostumbrado. Así, se genera el pasaje de una escena que devasta al sujeto a una donde puede hablar y decir cosas más allá del encierro numérico. Todo esto es posible alojando al individuo, sin atormentarlo ni rechazarlo, sin pretender imponer una abstinencia, sino proponiendo un lazo que lo albergue y acompañe en su andar.
Ardua tarea del terapeuta, introducir palabras que puedan nombrar y ligar donde solo hay palabrerío y bullicio, para crear nuevos sentidos, nuevos mundos, nuevos juegos siempre desde un construir, compartir y sostener.
Autor: Luis Collado
Psicólogo. Cursa el Posgrado en Psicoanálisis en adultos en la Institución Ulloa y realiza atención clínica de adultos en la misma. Cursó la Práctica Profesional en Htal. José T. Borda: Abordaje de problemáticas de consumo, adicciones y trastornos de alimentación. Se desempeña brindando atención privada clínica de Adolescentes y adultos. Contacto: gabinetepsicocollado@hotmail.com