Publicado en LA NACION – Opinión de: Mirta Petrollini
Preparativos escolares, exámenes pendientes, calor extremo, retorno laboral y un año que recién comienza: cómo transitar el mes de la crispación fácil.
Desde hace años, para Julia Szejnblum febrero es sinónimo de libros, estudio y largas horas de lectura en la Biblioteca Nacional o en la del Palacio Pizzurno. «Para mí está lejos de ser un mes de descanso. Es el más fuerte a nivel estudio. Como este año quiero recibirme, además del final estoy haciendo una materia en el verano para adelantar la cursada».
Estudiante de Letras, Julia, de 22 años, asegura que éste es, por lejos, el «mes más estresante e intenso» del año, no sólo por las horas de estudio, sino porque se combina con su trabajo como coordinadora de una maestría en la Untref, el calor y la incómoda sensación de que lo mejor ya pasó (las vacaciones) y lo más duro está por comenzar. Y para colmo, sin el incentivo de un nuevo descanso «largo» en el corto plazo. «Esta vez me tomé vacaciones en enero. Pero los dos veranos anteriores me fui en marzo porque terminaba muy agotada. Cuando deje de cursar la materia de verano me voy a ir aunque sea un fin de semana al Tigre. Realmente lo necesito.»
Un mes entre útiles, uniformes y médicos
Aunque en un imaginario e hipotético ranking de meses más estresantes diciembre se alzaría con el primer puesto, febrero no se queda para nada atrás y hasta le compite mano a mano con fin de año. Entre los preparativos de la vuelta alcolegio -programada para el 29 de febrero-, el regreso de las vacaciones (con el retorno al trabajo incluido) y los exámenes en los niveles secundarios y universitarios que ya se están tomando, el mes que estamos transitando se parece bastante a diciembre. Pero con una desventaja: las vacaciones ya no asoman en el horizonte cercano.
«Febrero es un mes absolutamente estresante pero socialmente pasa desapercibido porque nadie se anima a decir, al comienzo de año y después de volver de las vacaciones, que está estresado -señala Mirta Petrollini, psicóloga, docente y supervisora de la Institución Fernando Ulloa-. Es un mes demasiado corto, no sólo poque tiene menos días sino porque en pocas semanas hay que armar una organización anual familiar, escolar y laboral».
A diferencia del último mes del año, en el que la gente reconoce y hasta comparte con pares, amigos y familiares su alto grado de estrés, en febrero la angustia y el desánimo van por dentro, de forma individual y lejos del colectivo social. «En diciembre, todos parecen compartir esos estados alterados, es algo socialmente aceptado; pero en este mes no existe esa exteriorización porque no está contemplado que estés cansado o estresado si encima volviste hace poco de vacaciones -dice Petrollini-. Pero si repasamos los factores objetivos de este mes, como la planificación y el inicio real del año, la puesta en marcha de la casa después de las vacaciones, la compra de útiles si no tuviste previsión de hacerlo antes, los exámenes de los chicos y la vuelta al trabajo, sumados al intenso calor, febrero es un mes por demás complicado», sostiene la especialista de la Institución Fernando Ulloa.
Por eso mismo, para Roberto Sivak, médico psiquiatra y docente del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el mes que estamos transitando demanda para todas las personas, en menor o mayor medida, «una exigencia adaptativa».
«Todos sabemos que la actividad real empieza en marzo. Febrero es la transición entre un período marcado por el descanso y las vacaciones y otro dominado por la vuelta a la actividad laboral o académica -explica Sivak-. Esto implica una exigencia adaptativa, es decir, un esfuerzo adicional por parte del sujeto. El problema es hasta qué punto esa exigencia nos desborda o no encontramos los recursos necesarios para sortearla.»
De hecho, hay especialistas, como Petrollini, que ponen en duda el verdadero descanso que se alcanza en las vacaciones. «Muchas veces es cambiar el paisaje y en el mejor de los casos algunas rutinas, como levantarse más tarde. Pero el descanso es relativo si se tienen niños pequeños. La vuelta en febrero no tiene por qué ser la vuelta al abismo. Pero cuesta y no está mal exteriorizarlo y contarlo», dice la psicóloga de la Institución Fernando Ulloa, que en la consulta dice que el tema «febrero» suele surgir de forma habitual.
Transición e incertidumbre
Otro factor que sin dudas contribuye a aumentar la ansiedad en estos días es que, por definición, febrero es un mes de transición y de posibilidades que se abren, de incertidumbres, mientras que diciembre es sinónimo de etapas que se cierran, de balances y de hechos consumados. En una palabra: la incertidumbre que rodea este período del año es peor, en términos emocionales, que las certezas de diciembre. «En febrero hay expectativas, ansiedad, cansancio y los famosos «pendientes» que hay que resolver sí o sí. Una vez que el año empezó a andar, con una mínima rutina en marcha, todo tiende a acomodarse», asegura Petrollini.
Aunque pocos lo reconocen, no hay dudas de que febrero le compite a diciembre en términos de estrés. Es cierto que no tiene el color de las Fiestas, ni los regalos, ni juntadas con amigos. Pero como para reivindicarlo, vale destacar que hay Carnaval, Día de los Enamorados y, estadísticamente, es el de mayor nacimientos a nivel mundial. «Hay que pasar febrero», dicen, un poco en broma, los especialistas en estrés y ansiedad. Ya falta menos. La mala noticia es que este año febrero tiene un día más.
Los disparadores de la crispación
Examenes: desde hace años, febrero es sinónimo de libros, resúmenes y estudio.. Para los que están en el secundario, este mes implica estudiar para pasar de año. Para los universitarios, es época de finales que pueden significar seguir avanzando en la carrera o quedarse estancado hasta la próxima fecha de examenes.
Compras: las interminables listas de útiles salen a relucir en este mes. Aunque muchos colegios las dan a conocer en diciembre, son pocos los que tienen la previsión de comprar antes (justamente porque diciembre es otro de los meses críticos) y dejan esa tarea a la vuelta de las vacaciones. A pocos días del comienzo de clases, no queda otra que salir a comprar y aguantar las colas y los elevados precios.
Planificación: si diciembre es el mes de los balances, febrero es el mes de la planificación anual. Esto sin dudas genera ansiedad por lo que vendrá y porque que queda todo el año por delante y encima sin el incentivo de diciembre de tener las vacaciones a corto o mediano plazo.
Clima: Sin dudas, el clima es otro factor estresor. Las elevadas temperaturas, la alta humedad y la baja presión generan un cóctel explosivo que influye en el conjunto de la población y suele manifestarse en el estado de ánimo. Sobra malhumor y la crispación es generalizada.