Reseña por Ester Goldstein
Una vez más reunidos en torno al tema que nos convoca este año: La angustia, en la Conferencia dictada el martes 30 de mayo.
La disertación estuvo a cargo de Daniel Zimmerman quien con un estilo claro y minucioso a la vez planteó y luego desarrolló las siguientes preguntas:
Qué coordenadas se juegan cuando aparece el afecto llamado angustia? Ante qué encrucijada emerge esa “displacentera sensación” así nombrada por Freud? ¿Qué la hace surgir?
El expositor que Freud en su texto hoy casi centenario, del año 1925, Inhibición síntoma y angustia, no vacila en reconocer que debe modificar su postulación inicial referida a la angustia, y no vacila en reformular su teorización. Freud corrige su apreciación anterior que aseguraba que la represión causa angustia para decir: me equivoqué. Es a la inversa. La angustia es un afecto que emerge no a causa de que alguna representación es reprimida; por el contrario para evitar la emergencia de la angustia se pone en marcha el mecanismo de defensa de la represión. Porque sucede esto? Porque el Yo, sede de la angustia, es quien padece esa afección. Y recuerda Daniel Zimmerman, que para Freud es allí donde se recibe una señal. Indubitable y displacentera, esa señal indica la inminencia de un peligro que se torna angustiante para el Yo, en términos freudianos. Y no es cualquier peligro, sino uno que provoque la pérdida del objeto amado, y con ella emerja la amenaza de castración.
Es en Inibicion, síntoma y angustia donde Freud retoma Juanito, El hombre de los lobos, historiales remotos de décadas atrás, para arrojar nueva luz sobre ellos explicados desde esta nueva perspectiva, nos recuerda Daniel Zimmerman. Y propone dos recorte clínicos para ilustrar con escenas de la literatura puntos de emergencia de angustia en dos relatos magistrales por lo que ayudaron a esclarecer la problemática tratada. Los textos trabajados fueron fragmentos de la obra de Laura Restrepo, “Pecado”, y de Javier Marías, “Mañana en la batalla piensa en mí”.
“Un sapo nunca es solo un sapo”, dicho de la escritora, sirvió para afirmar, que cuando de angustia se trata, el peligro no es a un objeto exterior, eso sería miedo, sino a uno interior.
También destacó la incidencia de la mirada y de la palabra en su valor significante, para configurar la situación que despierta angustia.
La frase que evocamos del texto de Javier Marías dice: “el alcance de la mirada no debe menospreciarse”.
Y aquí comienza a completarse el abordaje del tema, presentando lo que introduce Lacan en la teoría psicoanalítica. A continuación el disertante propone pensar cuál es el punto central que Lacan aporta: postular un objeto central, el objeto a, causa de deseo. Y es en el Seminario al que le dedica todo un año, el Seminario de la angustia, donde se produce ese giro.
Nos cuenta Daniel que Lacan en dicho seminario tiene al texto de inhibición, síntoma y angustia como intercambio e interlocutor. Y que también allí se propone disipar las creencias que lo tienen a Lacan como alguien que no tiene en consideración los afectos, la afectividad.
La angustia es un afecto. Es una señal que no engaña.
Si para Freud como vimos la angustia tiene como sede al Yo, Lacan dirá que es al sujeto, adonde apunta la angustia. Y para qué? Para anoticiarlo de que se expone a un peligro, de que se está al borde de un umbral, que de atravesarse encaminará al sujeto en la dirección de su deseo, pero que como eso no está garantizado, bien puede ocurrir que el sujeto quede sujetado, retenido, extraviado en el escalón del goce, sin acceder al camino de su deseo.
Porque se trata de angustia? Que la despierta? La sensación del deseo del Otro. Sin saber qué clase de objeto represento para el Otro, Daniel Zimmerman explicó el apólogo de la mantis religiosa que aborda la pregunta: qué quiere ese Otro de mí? La encrucijada de no saber qué clase de objeto soy para el Otro nos confronta con la posibilidad de que un corte se produzca y con él la caída del objeto, o bien que la falta falte, naufragando la condición de posibilidad de la emergencia de la subjetividad.
Lo que para Freud constituye el motivo de la angustia, el peligro de la pérdida del objeto, para Lacan será la oportunidad de que un corte con ese objeto incestuoso se produzca, accediendo así a las vías del deseo.
La angustia entonces será señal de presencia del objeto, pero sin indicar de qué objeto se trata.
Excelente Conferencia. Felicitaciones!!