Ataque de pánico
Se denomina ataque de pánico a la aparición repentina, en la vida de un sujeto, de un terror intenso ligado a la muerte propia, sin que haya para ello un motivo externo y/o concreto.
La persona empieza a sentir en forma súbita dolor en el pecho, palpitaciones, falta de aire, dificultades en la respiración y un aturdimiento interno, que puede llegar hasta el sentimiento de despersonalización.
Se instala por un lapso de tiempo (entre quince y cincuenta minutos) un círculo vicioso en donde el sujeto tiene terror y hasta convicción de morirse, e interpreta cada síntoma somático, como prueba de que se está muriendo.
La sintomatología es tan parecida al ataque cardíaco, que muchas veces se hace necesaria una evaluación médica para descartar patología orgánica.
El ataque de pánico provoca un altísimo nivel de sufrimiento para el sujeto, porque su psiquis se desorganiza y en ese lapso, se desarma. Por este motivo, la excitación interna fluye sin freno.
Producto de esta descomposición psíquica, desaparece el sujeto, en el sentido de que él ya no se reconoce. Es un puro cuerpo que está a punto de estallar. Esto que recién describimos se conoce con el nombre de despersonalización.
Cuando cede el ataque de pánico, el sujeto queda fatigado, anonadado, sumamente agotado.
La experiencia del ataque de pánico, cuando éste está en pleno desarrollo, es una experiencia traumática, su fuerza es desenfrenada.
A diferencia de la angustia, que está enmarcada dentro de lo que denominamos elaboración psíquica, el ataque de pánico (mientras dura) no le permite al sujeto conservar los parámetros que ordenan la experiencia de su realidad, de su mundo.
Además del alto grado de sufrimiento que experimenta el sujeto con ataque de pánico, del que ya dimos cuenta, la experiencia clínica nos permite afirmar, que si no se realiza lo antes posible una consulta psicológica, se presentan tres peligros posibles:
(a) el pánico al pánico, la persona empieza a obsesionarse con la idea de que el ataque de pánico pueda repetirse y esto hace que el pánico esté siempre al acecho, o en ocasiones, se vuelva a engendrar;
(b) se va produciendo un progresivo aislamiento ambiental y social; el sujeto, por miedo a que vuelva a ocurrirle el episodio de pánico, comienza a recluirse cada vez más en los espacios cerrados y empieza a tener conductas evitativas con el ambiente y las personas;
(c) se produce una pérdida progresiva de las capacidades intelectuales y motrices, que se reducen cada vez más, lo que influye en el ámbito familiar, laboral y social en general.
En cambio, la consulta a un psicoterapeuta lo que va a permitir es en principio, poder hablar con un otro confiable. Este hecho aunque parezca menor, resulta enorme, porque al hablar los sujetos comenzamos a ligar cargas, tensiones, en palabras y esto propicia que el aparato psíquico empiece a reordenarse nuevamente, y con él, la propia realidad del sujeto, la cual siempre es única y singular.
El sujeto mismo vuelve a estar de pie.
La consulta temprana del ataque de pánico tiene, la mayoría de las veces, una muy buena resolución.
Con la subjetividad afianzada, la persona tendrá las posibilidades ciertas de interrogar, en el espacio terapéutico, cuáles son las cuestiones de su historia pasada o presente, que causaron el ataque de pánico. Así también se abrirá la oportunidad de descubrir antiguos o nuevos deseos, que al poder encausarse, lograrán dar sentido y valor a su vida.
Autora: Miriam Mazover
Psicoanalista. Fundadora y Directora Académica de la Institución Fernando Ulloa. Más de 34 años de reconocida trayectoria en el psicoanálisis comunitario. Es autora de numerosos artículos sobre psicoanálisis publicados en revistas especializadas y medios de comunicación. Junto a la Editorial Letra Viva promovió como Directora de Colección la escritura y la confección de múltiples libros. Fue postulada por el Ministerio de Salud de la Nación, en el año 2006, al Premio Nacional “Mujeres Destacadas de la Salud”.