Las somatizaciones
Palabras atrapadas en el cuerpo
En el siglo XIX, Sigmund Freud pone en evidencia, a través de una extensa investigación clínica, que la psiquis (término que designa el alma humana) está ciertamente unida al cuerpo, siendo ambos psiquismo y cuerpo inseparables e indisociables.
En los primeros tiempos de su ejercicio profesional, recibía en su consultorio de Viena, en tanto él era médico neurólogo, pacientes que sufrían distintos y múltiples síntomas físicos, que les ocasionaban malestar y sufrimiento en forma crónica y persistente, y frente a los cuales no se hallaba una causa orgánica, por lo que fracasaban los tratamientos médicos habituales.
Sujetos en su mayoría mujeres, aunque también muchos hombres, que sufrían calambres y/o parálisis de algún miembro, dolores de cabeza intensos, multiplicidad de problemáticas gastrointestinales (vómitos, diarrea), falta crónica de apetito, problemas con el equilibrio, dolores intensos en las articulaciones que les impedían el movimiento, y otras tantas afecciones.
Estas/os pacientes eran tratados como incurables y, en muchísimas ocasiones, calificadas de mentirosas o farsantes. Despectivamente, se las denominaba “histéricas”.
Freud retira la mirada sobre sus cuerpos y los exámenes físicos, ya que de hecho estos pacientes los habían tenido hasta por demás, y los comienza a escuchar.
Las mismas/os pacientes le hicieron entender a Freud que tenían necesidad de hablar y de ser escuchadas.
Así empezaron a relatar sus síntomas, asociándolos con diferentes situaciones y/o circunstancias de su propia vida.
La investigación clínica avanzaba siempre en el terreno de la escucha y le demostraba a Sigmund Freud que los/las pacientes que padecían estos síntomas en el cuerpo, presentaban un conflicto psíquico (interno) del cual no eran concientes en absoluto, aunque lo podían relatar.
Este conflicto psíquico que fue expulsado de la conciencia generaba un monto importante de angustia inconciente reprimida que –en lugar de quedar en el territorio de la psiquis– se desplazaba y se transformaba en un sufrimiento que se instalaba en el cuerpo. Convirtiéndose el cuerpo en un “huésped” que aloja al conflicto psíquico y a la angustia que a este le sobrevenía.
Estamos diciendo entonces, que cuando no hay un diagnóstico médico que pueda enlazar el síntoma físico a una causa orgánica, se comete un error gravísimo si el médico le dice al paciente cosas tales como: “Usted no tiene nada”, o peor aún “Ya no hay nada por hacer”.
Hace más de cien años que el psicoanálisis descubre, de la mano de su creador S. Freud, que detrás de un síntoma físico, sin causa orgánica que lo determine, está la angustia del sujeto que por no percibirla en su conciencia, en tanto es inconciente, no la puede contar en forma directa, en forma conciente.
Y que esta angustia –producto de un conflicto inconciente ligado a fantasías inconcientes– por quedar estancada y no encontrar a la palabra como modo de expresión, lo hace sobre el cuerpo.
Este malestar en el cuerpo simboliza, significa, algo que el sujeto –sin saberlo ni estar advertido desde su conciencia– muestra.
La psicoterapia analítica sostiene, porque así queda demostrado, que el síntoma físico es un mensaje que el analista, con sus saberes y herramientas clínicas, está en condiciones de leer y descifrar.
A través de la escucha atenta de las palabras y asociaciones del paciente, y del armado del vínculo, el psicoterapeuta hará interpretaciones. Asimismo el paciente en la medida que empieza a hablar, abre las condiciones para ligar la angustia (hasta aquí inconciente y reprimida) en palabras, llevándola cada vez más al territorio de lo psíquico, que al del cuerpo.
La eficacia sobre los malestares físicos está comprobada por la investigación y la clínica psicoanalítica.
Por este motivo, sin descartar ningún estudio sobre los órganos, es aconsejable que quienes padecen síntomas físicos sufrientes, consulten a un psicoterapeuta sin frustrarse en el intento, reiterado una y otra vez, de consultar cada día más especialidades médicas.
Nuestro cuerpo habla, en muchas ocasiones, lo que nuestra boca no puede decir, y no porque no se lo quiera decir, sino porque no sabemos lo que nos está ocurriendo a nivel de nuestra psiquis inconciente.
Psiquis, cuerpo y sujeto son indisociables, somos una sola pieza.
Lamentablemente y a pesar de tantos avances que tuvimos durante más de un siglo, todavía se insiste en separarlos.
En muchas oportunidades porque persiste el desconocimiento y en otras, mucho peor aún, por intereses de la industria farmacológica, cuyo negocio pasa a ser, paradójicamente, ya no la salud y la cura, sino la enfermedad para poder medicarla.
Autora: Miriam Mazover
Psicoanalista. Fundadora y Directora Académica de la Institución Fernando Ulloa. Más de 34 años de reconocida trayectoria en el psicoanálisis comunitario. Es autora de numerosos artículos sobre psicoanálisis publicados en revistas especializadas y medios de comunicación. Junto a la Editorial Letra Viva promovió como Directora de Colección la escritura y la confección de múltiples libros. Fue postulada por el Ministerio de Salud de la Nación, en el año 2006, al Premio Nacional “Mujeres Destacadas de la Salud”.