Reseña por Miriam Mazover
El martes 22 de agosto tuvo lugar la Conferencia titulada “¿Por qué la angustia es un recurso eficaz del sujeto?”, a cargo de la prestigiosa psicoanalista Silvia Amigo.
La disertante tomó como eje de la exposición la importante y fundamental función que posee la angustia en el psiquismo del sujeto neurótico.
Nos recordó que S. Freud la denominaba señal de alarma y J. Lacan la menciona como el afecto que no engaña. La angustia alerta al sujeto de un peligro en el cual podría caer preso: ser objeto de un goce enemigo de la vida.
Para iluminar esta temática, Amigo situó el término goce como aquel montante libidinal que puede conducir al sujeto a lo mejor -si lo orienta por un canal deseante– o a lo peor –si lo conduce por la vía de la repetición demoníaca-.
“Todo goce implica ir más allá del principio del placer, pero tal como lo plantea Moustapha Safouan, el goce puede ser amigo de la vida, o enemigo acérrimo de ella”, afirma la expositora.
Amigo ubica a la angustia en la frontera de los goces recién mencionados.
La señal de angustia –que parte del yo- alerta al sujeto de que puede quedar como objeto del goce incestuoso y parasitario.
La disertante realizó una minuciosa explicación de los tiempos primeros y primarios de la estructuración subjetiva.
Subrayó que el ser humano, al nacer, posee en todos los planos una absoluta inmadurez e indefensión, por la cual le sería imposible sobrevivir sin el auxilio del Otro, función que en el mejor de los casos es encarnada por la madre.
El niño simboliza el falo que a la madre le falta. En este sentido, al evocar una falta, se convertirá en recordatorio de que no todo se puede inscribir, por lo tanto hay algo que siempre quedará por fuera, un vacío que propiciará el deseo. Sólo se puede desear estando en falta.
En tanto la función materna es paradojal, lo que también sucede es que el niño viene al lugar de objeto que completa por entero a la madre. El niño será convocado desde la demanda de la madre a realizar el goce incestuoso, aunque la madre -desde la perspectiva consciente- no esté anoticiada del carácter de su propia demanda.
La señal de angustia, despertada en el yo, le anuncia al sujeto (por vía de su fantasma) que ante una situación determinada de su vida –en general, de importancia para él- podría quedar atrapado e indefenso completando al Otro.
El sujeto, así anoticiado, tendrá la oportunidad de hacer un corte con ese goce. Por este motivo, la angustia adquiere una importancia vital para el sujeto, llama a interrogar el goce incestuoso y a hacer algo diferente encaminado por la vía de la falta, del deseo.
Si la angustia falta a la cita, nos encontraremos con la gravedad de una estructura psíquica, sea en el orden de la neurosis o de la psicosis.
En tiempos primordiales, podemos situar al Otro materno encarnando dos operatorias: la de desear al bebe, por estar en falta, requisito esperado para que el futuro sujeto se estructure en el campo de la neurosis; y la de privarse, por amor, de hacerlo rehén de su goce.
Amigo recuerda que Lacan afirma que el amor hace condescender el goce al deseo. Esta prohibición de reintegrar su producto, es una ley que opera en el psiquismo de la madre, en el mejor de los casos, como inscripción propia resultante del pasaje de su Edipo.
El Padre muerto que opera en la madre será el agente de la privación mencionada y se lo denominará como uno de los nombres del padre: padre real.
A la angustia le cabe entonces representar para el sujeto, nada más ni nada menos, que la función del padre real, que alerta sobre el goce incestuoso y promueve realizar el corte que le posibilitará al sujeto ir al encuentro de su propio deseo.
Excelente exposición ¡¡Felicitaciones!!