Reseña por Miriam Mazover
El día martes 8/8 tuvo lugar la Conferencia titulada “Las angustias y los Tiempos del Sujeto”, a cargo de la prestigiosa psicoanalista Alba Flesler.
La disertante destacó que resulta necesario distinguir las diferentes formas de la angustia, porque las intervenciones del analista en la cura serán diferentes, según de que angustia se trate.
En principio, definió a la angustia como un indicador clínico privilegiado, al decir de Lacan “las angustia es un afecto que no engaña, en tanto anuncia para el sujeto una oportunidad”.
¿Cuál es la oportunidad a la que hacemos referencia? La angustia tiene una dimensión temporal, en tanto sitúa un tiempo en el cual podría producirse un corte que habilita, ni más ni menos, la posibilidad de avanzar hacia el propio deseo.
Flesler se detuvo en una explicación detallada de la constitución subjetiva para iluminar la temática. Érase un primer tiempo, en donde el bebé, en el mejor de los casos, se identifica al falo faltante en la madre (el Otro barrado). Esto ocurre porque el pequeño localiza en ella algo que le falta, y se propone ser el objeto que el Otro barrado le demanda, en tanto no lo tiene (el falo).
Cuando el bebé toma el valor del falo, juega a ser y no ser. Este tiempo primario y primordial, permite la primer constitución yo y de la imagen unificada del cuerpo.
Si los tiempos transcurren en forma normativa, advendrá otro tiempo en donde se presentifica un conflicto productivo, el niño advierte –operación de nominación del padre mediante- que él también posee sus propios goces, que le son suministrados, en principio, por las zonas erógenas.
Tener goces propios lo ubica en la situación de que él no es un todo, un entero para la madre.
Al padre, como función, le cabe una nominación abierta a tres sentidos: hacia la madre, para que no reintegre su producto; al niño, para trazar a la madre como prohibida; y hacía él mismo, señalándole que no es dueño ni del niño ni de su cuerpo.
Para el niño, esto configura el tiempo de la latencia, en donde se produce un readunamiento de estos nuevos goces.
La adolescencia, será otro tiempo en donde se reabren los agujeros del cuerpo para dirigirlos a un parteneire.
El pasaje de un tiempo al otro no es sin angustia. Esta angustia, en tanto alude a la constitución subjetiva, es estructural.
En el tiempo de la adultez, la clínica así lo testimonia, el neurótico produce una regresión. En tanto el sujeto rehúsa la castración del Otro barrado, y se ubica fantasmáticamente intentando responder a la demanda de los otros (esposa, jefe, amigos, etc.)
“El neurótico rebaja su deseo a la demanda del Otro”, afirma Flesler.
Sin embargo, cuando el neurótico se ubica en la posición de satisfacer el deseo del Otro, se angustia. La angustia, si se produce, le indica que puede salir de este lugar, que tiene la oportunidad de avanzar en su deseo.
La cura que el psicoanálisis propone es levantar las fijaciones incestuosas, para que el sujeto se libere y haga jugar en el mundo sus propios goces, que por estar atravesados por la castración, se convierten en deseantes. Lo puro de la pulsión se transforma en deseo cuando la castración la atraviesa.
Las intervenciones del analista serán diferentes en la cura de un niño, en donde la estructura se está configurando (angustias estructurantes) a las del adulto, que produce regresiones que lo ubican en los diferentes tiempos antedichos a nivel fantasmático.
También para el adulto, angustia mediante, existe la oportunidad de encausar su deseo luego de atravesar la operatoria de la castración.
Las angustias de los tiempos de pasaje en el adulto podrán presentarse como: ansiedad, acting, pasaje al acto, ataque de pánico, etc. Las intervenciones del analista serán diferentes según cada presentación clínica, siempre atentas a ubicar en que tiempo el sujeto se situa fantasmáticamente en los tiempos primordialmente constitutivos.
¡¡Excelente exposición!! Nuestras más sinceras felicitaciones