Medio: Telam – Opinión de: Miriam Mazover
Cada noche, vecinos y vecinas de todo el país salen a sus ventanas a canalizar sus emociones contenidas: «Todos, la sociedad y el planeta entero tenemos un problema en común, que se llama coronavirus y nos hace empatizar más fácilmente», dijo una especialista.
Agradecer al personal de la salud, enfrentar la soledad compartiendo con desconocidos una misma situación o canalizar emociones contenidas a lo largo del día son algunas de las razones que llevan a vecinas y vecinos de todo el país a aplaudir cada noche a las 21 desde sus ventanas o balcones.
«Tiene que ver con lo que llamamos ´empatía´, que es la capacidad de la mayoría de los seres humanos de ponerse en el lugar del otro e identificarse en su alegría o desdicha», dijo a Télam Miriam Mazover, psicoanalista y directora de la institución Fernando Ulloa, que brinda atención online en medio de la pandemia.
Para la especialista, «ahora todos, la sociedad y el planeta entero, tenemos un problema en común, que se llama coronavirus y nos hace empatizar más fácilmente».
Las imágenes de vecinos en cuarentena aplaudiendo al personal de la salud desde sus balcones que llegaban desde países lejanos se convirtieron también en una postal argentina cuando el 19 de marzo pasado, día que el presidente Alberto Fernández anunció el aislamiento social, preventivo y obligatorio, se viralizó la campaña espontánea #ArgentinaAplaude.
Desde entonces, cada noche a las 21 se convierte en un momento de catarsis colectiva que varía en su modalidad según el barrio, la manzana, el edificio, la ventana o el balcón.
Si bien hay quienes aprovechan para pasar el himno nacional, improvisar un concierto acústico o arengar con cánticos la premisa «quedate en casa la puta que te parió», el aplauso suele ser el impulso más repetido entre vecinas y vecinos consultados por Télam.
«Me parece un mensaje de valoración y afecto, una manera de llevar fuerzas a los trabajadores de la salud que día a día están poniendo el cuerpo para cuidarnos, contenernos y curarnos», dijo Hernán, periodista y actor que vive en el barrio porteño de Chacarita.
Además, en lo personal, aseguró que le «hace bien agradecer». «Pasan los días de aislamiento y las reuniones con familiares y amigos ahora son en pantallas y, lejos de marcar las distancias, creo que esas prácticas nos acercan de otra manera. Por eso salir al balcón y sumar mi aplauso es una forma de sentir la presencia de los otros, saber que el aislamiento nos tiene muy juntos y que estar aislados no significa estar solos».
Rita vive en Lugano y contó desde su cuenta de Facebook que una vecina de su edificio anunció por micrófono que pasaría música para acompañar el aislamiento.
«Apenas empezó a sonar Diego Torres, protesté -escribió-. En silencio, pero refunfuñé. Al rato empezó a cantar, lo hacía bien, con una pista que la acompañaba. Fueron dos o tres temas y terminó con ´Resistiré´. Para entonces, había un montón balconeando, bailando y aplaudiendo. Antes, había sonado el himno que, como cada noche, lo había puesto un vecino para acompañar los aplausos. Y acá estamos nosotros, cuarenteneando y tratando de entender esta nueva vida que ya no será la misma. ¿O si?»
Consultada por Télam, Rita contó que «a veces» se emociona: «Cada vez menos, pero salgo y acompaño igual porque ayuda a no sentirme tan aislada».
«Lo que sí veo es mucha gente sola en los balcones y me imagino que para esa gente sí es conmovedor», completó.
Al respecto, Mazover explicó que para quienes están solos «resulta más importante todavía porque en la empatía reconozco al otro, le doy existencia y estoy menos solo de lo que las circunstancias imponen».
Graciela tiene 73 años, vive en Boedo con sus dos gatas, y salir al balcón la emociona «muchísimo, hasta las lágrimas».
«Me encanta ver los edificios iluminados, con gente en los balcones saludándonos entre todos porque siento que estamos unidos y escuchar tantos aplausos me da mucha fuerza», contó a Télam.
Para Mazover, «también es una forma de canalizar emociones y es común que la gente que está muy angustiada durante el día salga al balcón o a la ventana y se ponga a llorar».
«Hay un costado terapéutico a las 21 sea para repudiar a los que salen o aplaudir a los médicos o cantar el himno o tener la vivencia del otro que está en la misma que uno y tiene un costado reparador porque canalizo lo que a lo mejor me contuve en casa», concluyó la especialista.