S. Freud se ocupó del sufrimiento humano desde el comienzo hasta el final de su obra.
En el “Proyecto de Psicología para Neurólogos” (1895) nos dice que el ser humano nace en un estado de plena indefensión.
El Otro de los primeros cuidados será el “auxilio ajeno” que necesita el sujeto para sobrevivir. En principio y fundamentalmente -a través de su libido amorosa, vehiculizada por el lenguaje- le brindará al infante una barrera de protección frente a su total inermidad y desamparo.
El Otro de los primeros cuidados interpretará, a partir de sus propias significaciones, aquello que supone que el bebé necesita.
Tanto el campo de la necesidad biológica como la inundación de estímulos del exterior -frente a los cuales el bebé está falto de recursos- se convertirán en marcas, huellas, que están en la base del dolor psíquico en los seres humanos.
Clave Clínica para entender las adicciones:
Esta huella del dolor psíquico se borrará -con mayor o menor intensidad- dependiendo de cómo se ha configurado la estructura psíquica de cada sujeto en particular.
El sujeto estructurado en el campo de la neurosis, posee un aparato psíquico que cuenta con mecanismos defensivos para hacer frente a la irrupción de sus propias pulsiones, del Superyó (campo del Ello) y de aquello que le llega de la realidad exterior.
Los mecanismos defensivos le permiten hacer frente al mundo interior y exterior, a través de sus creaciones: desde el síntoma a la sublimación.
Para muchos sujetos neuróticos, el recurso al síntoma y/o a la sublimación como vía de realización de deseo, no resulta viable. ¿Por qué? Porque cada sujeto se estructuró de manera diferente, de acuerdo a los múltiples avatares que comienzan desde el encuentro con el Otro de los primeros cuidados.
Existen sujetos en donde el dolor psíquico, ocasionado por el desamparo y la indefensión de los orígenes, no pudo ser borrado lo suficiente.
Esto se convierte en la causa principal que impide que los mecanismos defensivos -que se construyen a posteriori- tengan la adecuada solidez para defenderlo del mundo exterior e interior.
Sigmund Freud tiene la agudeza de definir a tantos sujetos, cuya estructura psíquica neurótica ya está configurada, como siendo portadores de una subjetividad con “mayor sensibilidad”.
El desamparo originario, ese “estar en falta” estructural, no pudo ser borrado lo suficiente. El dolor psíquico queda a “flor de piel” y los mecanismos defensivos posteriores terminan siendo débiles para defenderlos del peso de la realidad interior y exterior.
El tóxico como anestesia al “dolor de existir”:
Dichos sujetos, que han quedado con “mayor sensibilidad” frente al desamparo originario, -nos dice Freud- necesitan un “quita penas” para taponar esa carencia primaria, a modo de suplemento que les permita tolerar el peso de la realidad exterior y el embate de sus pulsiones y del Superyó.
Intervenciones Clínicas:
El psicoanalista, advertido de que hay sujetos cuya estructura psíquica y corporal es más porosa, más “sensible” a los afectos desestructurantes vinculados al desamparo originario, intentará:
· Construir una lectura de los avatares y vicisitudes de la historia libidinal del sujeto.
· Hacer de esta lectura del campo libidinal un cifrado en palabras del dolor psíquico a flor de piel, que operen como su cicatriz.
La apuesta es comenzar una elaboración psíquica del dolor del desamparo, que permita hacer lugar a los recursos del sujeto para vivir una felicidad “limitada pero posible”, del lado de la vida; tal como nos lo plantea Freud en “El malestar en la cultura”.