“Siempre la misma historia”
En la vida corriente, y también en la de los pacientes que cursan un tratamiento psicoterapéutico, observamos un hecho altamente frecuente. Esto es la repetición en las historias de vida de los mismos hechos y acontecimientos displacenteros, los cuales cuando tuvieron lugar, tiempo atrás, tampoco fueron satisfactorios: elecciones de pareja desacertadas, fracasos laborales recurrentes, paternidades no reconocidas. Se trata de aquello que, cuando se observa desde afuera, nos hace decir “Uhh nuevamente fulana/o, siempre la misma historia”.
En muchas ocasiones, estas repeticiones se observan de generación en generación por vía materna y/o paterna.
Y esto es lo que Sigmund Freud comprobó en su clínica, lo cual lo llevó a investigar profundamente y a sacar sus conclusiones al respecto. Dice:
Existe en la vida anímica una obsesión de repetición, que va más allá del principio del placer. Por ejemplo, individuos en donde toda relación humana llega a un triste desenlace, u hombres en la que toda amistad, llega a la traición del amigo.
Observamos en este ejemplo, como en tantos otros, un eterno retorno de lo mismo.
La persona parece vivenciar pasivamente algo sustraído a su poder, a despecho de lo cual vivencia, una y otra vez, la repetición del mismo destino.
Lo que Freud concluye ante estos hechos que la clínica le muestra, y después de una profunda investigación, es que a nivel de la psiquis existe lo que denominara “masoquismo primario”, y que es la tendencia humana a infringirse a sí mismo/a padecimiento, en tanto, a nivel inconsciente, necesitamos castigarnos.
Todo lo recién mencionado es más primario que el principio del placer, tanto que a este último, lo destrona.
Nos aclara además, sin dudarlo, que la tendencia masoquista del yo permanece oculta casi siempre al sujeto, razón por la cual, la persona vive esta serie de repeticiones desagradables y dolorosas como algo ajeno, atribuyéndolo a un infortunio de la vida, que se lo suele relacionar con la mala suerte.
Se entiende por “suerte” aquellas cosas o circunstancias que vivimos debido al azar, en donde no participa nuestra intencionalidad. Sin embargo, lo que la investigación clínica demuestra es que, como decíamos recién, nuestra psiquis, que de ninguna manera nos es ajena, encuentra una satisfacción paradójica, rara, y que es obtener placer en el sufrimiento. A esta condición que presentamos únicamente los seres humanos, lo decíamos antes, se la denomina masoquismo primario.
Lo reconocemos a través de los hechos ingratos de nuestra vida, que se nos repiten una y otra vez.
Si empezamos a estar advertidos de esta característica del psiquismo, ésta es la propuesta, dejaríamos de atribuir nuestras desagradables repeticiones a la mala suerte o mala fortuna, y podremos –psicoterapia mediante– reconocer qué es lo que estamos repitiendo, desde cuándo lo hacemos, situarlo en nuestras familias y/o en otros significativos de nuestra historia.
De esta manera, se nos abrirá la posibilidad de ser agentes, protagonistas, de un corte, un “no va más”, de situaciones dolorosas que en nuestras vidas y, por lo general, en las de nuestras familias no cesan de repetirse.
Todo esto, decíamos, implica un proceso terapéutico, a veces trabajoso pero muy productivo y, fundamentalmente, ventajoso: empezar a trabajar a favor de nuestro bien-estar, que siempre y obviamente va a estar sujeto a los infortunios, a los imprevistos de la vida, que no podemos evitar y que nos recuerdan que la vida en la Tierra no se iguala al paraíso. Sólo que cortaremos la maldición del eterno retorno de lo mismo sobre un capítulo de nuestra vida, que sólo nos somete al continuo padecimiento, una y otra vez.